Traducción de Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz.
Impedimenta, 2016. 384 páginas. 22, 80 €
Siempre nos hemos sentido más
a cercanos a Marte a la hora de imaginar y recrearnos con posibles contactos
extraterrestres, con el ansiado descubrimiento de una raza diferente a la
nuestra. El Planeta Rojo ha resultado elegido un número inabarcable de veces
como punto de partida para cimentar historias de ciencia ficción, en su
condición de novelas o películas. Sin embargo, mucho antes de que buena parte
de estas fantasías cobrasen vida, el polaco Stanislaw Lem se había decantado
por otro planeta con mucho que ofrecer: Venus.
El desaparecido escritor,
conocido mundialmente por su obra Solaris,
ideó en 1951 una historia que, al fin y por primera vez, podría publicar (ya
que la anterior que había escrito, El
hospital de la transfiguración, tuvo que aguardar siete años para superar
una censura comunista muy rígida con sus trabajos). Como se indica en el propio
prefacio, no es esta una obra que, leída en la actualidad, vaya a despertar en
el lector una empatía derivada del carácter innovador e original de la misma,
especialmente en lo referente a los conocimientos de ciencia mostrados. Por eso
es necesario no perder de vista el contexto (la época en que Lem tuvo a bien
esculpir una epopeya tal), para así dejarse llevar por la prosa de un hombre
dueño de un afán casi desmedido por todo lo perteneciente al ámbito científico.