Cuando le enseñaba mis cuentos a mamá, ella siempre sonreía. A mamá le daba igual si en una historia una familia abandonaba a un perrito inocente en una carretera muy larga y muy gris, o si alguno de los personajes que no tenía demasiada importancia se moría. Mamá sonreía. No decía nada. Ni si le gustaba, ni si le parecían historias feas o...