Papá
15:17
Se levantó de la cama en
cuanto escuchó los primeros llantos. Acudían a su mente, mientras daba los
primeros pasos que lo conducirían al pasillo, todas aquellas sentencias de
amigos, conocidos y familiares que tanto lo habían marcado. Los primeros meses son horrorosos: noches en
vela, dormir a ratos, tratar de calmar sus gritos y no saber si es hambre, si
son gases, si es fiebre, si es malestar, si es simple cansancio… Una pesadilla.
Avanzó a tientas por el pasillo, incapaz de encender la luz debido al desconcierto
que lo agarrotaba. Es terrible cuando
intentas darle el biberón y lo rechaza, ya no sabes a qué recurrir para hacer
que se calme, ni arrullándolo consigues que la cosa se suavice… Piensas en qué creerán los vecinos de al
lado, porque esos berridos pueden traspasar paredes, bloques enteros.
Se deslizó hasta el final del corredor confiando en que sí, en que había tomado la
decisión correcta, en que el miedo había ganado por motivos reales. Él no
estaba hecho para ser padre, no había nacido capacitado para formar una
familia, para mantenerla, para sacarla adelante. Los llantos de un bebé se convierten en un prolongado martirio… Tú eres
consciente; sabes que es tu hijo o tu hija, que tú eres quien debe protegerlo y
cuidarlo, y por eso mismo la sensación es tan insoportable: porque tienes la
impresión de no ser capaz de lograrlo, de no entender qué pasa por la pequeñita
cabeza de un minúsculo ser que no para de berrear y agitarse. Y esa rutina
puede terminar por volverlo a uno loco. Recordó todas y cada una de las
frases que terminaron por convencerlo, que lo ayudaron a tomar la firme
decisión: él no sería padre; no crearía una familia.
0 comentarios