Carrusel de una vida ordinaria

13:23

Lo cierto es que escribo estas líneas con cierto cargo de conciencia. Estamos finalizando julio, y esta es la primera entrada del mes que hago. Probablemente, la última también. Del mes, insisto. Eso sí, siempre me he sentido atraído por las excusas y estoy dispuesto a blandir un par de ellas que justifiquen el polvo que el desdichado (pero no olvidado) blog ha ido acumulando. La última entrada hasta la fecha había sido bañada en un tono agridulce, de pesimismo predominante pero con vestigios de ilusión por lo hecho y vivido, y un atisbo de esperanza en el horizonte (siempre tan lejano él).

A pesar de que la actualidad me ofrece muchas cosas sobre las que hablar, voy a optar por retomar ese matiz más personal vertido en la última publicación. No me voy a poner sentimental ni nada por el estilo; tan solo, como había anunciado, me limitaré a obsequiaros con ese par de excusas que intentan disculpar mi ausencia por estos lares. 


Tampoco veo tanto polvo por aquí, 'sageraos...


La primera de ellas ha sido toda una experiencia. Me cuesta hasta pensar por dónde empezar. Así que empezaré por el principio. Y el principio es que, a pesar de la digestión lenta y el paso tranquilo, soy una persona con ciertas inquietudes. Por inquietud es apropiado entender las dos acepciones que la palabra puede tener: el interés y la curiosidad por algo, sí, pero también la falta de sosiego. Por lo que si a mí me encanta la literatura, leeré mucho y querré aprender y conocer muchas cosas acerca de la misma. Pero no valdrá con que me siente a culturizarme. Tendré que ponerme a escribir yo también. Supongo que ese es el motivo de que haya publicado una novela y otras dos más estén luchando por unirse a su hermana mayor. 

Por tanto, como el cine también me tiene engatusado, era sencillo prever lo que podía pasar. Pues sí, no tenía suficiente con meterme a escribir largometrajes en un mundo y mercado donde vender un proyecto así es poco menos que una quimera, que me decidí a rodar uno de los guiones de cortometraje a los que había dado a luz en mis primeras clases de guion. Un guion de dos páginas y media al que le tenía bastante cariño, y que sin embargo no considero el mejor de los que me he puesto a vomitar. Pero, a efectos de producción, era el Elegido. Y de esta manera, "No tan deprisa" pasó a convertirse en un proyecto prioritario durante todo el mes de julio.

Dentro de esa inquietud personal a la que me refería antes se pueden apreciar varias características. Una de ellas es un claro deje de impaciencia. Sé ser paciente, que conste, pero... no siempre. Y cuando algo se me cuela en la mente, suele acapararlo todo y tomar forma a mucha velocidad. Por eso, cuando la realidad de dejar Madrid empezó a cernirse sobre mí, me propuse que antes de decir adiós habría aprovechado el tiempo de verano aquí de una manera productiva y satisfactoria. Así que puse la maquinaria en marcha. Claro que, cuando ya había arrancado, me di cuenta de que no contaba con maquinaria. ¿Qué iba a hacer yo, si tenía experiencia cero en esto? Decidir rodar un guion es sencillo, se hace en un segundo. Convertirlo en realidad lleva algo más de tiempo. Algo más. Pero gracias a la gente maja que tuve la oportunidad de conocer en la escuela de guion, todo salió adelante. Ellos me animaron, ellos me ayudaron. Los contactos llaman a los contactos, los amigos se prestan para lo que haga falta, y la maquinaria empieza a materializarse. Y, entonces, las horas de trabajo empiezan su firme camino hacia su conversión en una montaña.

Imagen del rodaje de 'No tan deprisa'

No quiero que el post se convierta en un análisis pormenorizado de los avatares de un rodaje; puede que a muchos sea algo que no os interese particularmente. Aunque también puede que lo encontréis más atractivo que la verborrea habitual a la que os tengo acostumbrados. Solo, a modo de justificante de mi abandono momentáneo del blog, os diré que si ya antes respetaba el trabajo de los directores de cine, ahora lo admiro con mayor fervor. Y no solo el de los directores, sino el de sus ayudantes (trabajo MUY POCO reconocido), el de los auxiliares, y el de cada una de las personas que conforman los distintos departamentos de una producción audiovisual tal que así. Casting de actores, reunir a todo el equipo técnico, preparar la producción, definir el proyecto (planos, tiros de cámara, storyboard... "Hola cerebro, ¿te has secado ya?"). En fin, que un rodaje es una experiencia intensa y con un exhausto trabajo anterior. Yo, fiel a mí mismo, acometí todo eso con mi inquietud característica. 

Y, en medio de todo este frenesí, os cuelo la segunda excusa. No contento con tener mucho en lo que pensar (mucho más de lo que imaginaba) con el cortometraje, a los oídos de mi adorable madre llegó una información vital perniciosa, como se pudo comprobar después, que se entremezcló con todo el terremoto de "No tan deprisa". Una oferta de trabajo para la Televisión de Galicia. Como redactor. Vaya, para un chaval (¿es correcto utilizar 'chaval' para referirse a una persona de 25 años?) que se ha formado como periodista y escritor, y que no sabe qué cojones va a ser de su futuro, eso es como música celestial para sus oídos. O, quizá, como cantos de sirena. Podría haber encajado con mucha alegría y esperanza la buena nueva, pero justo me pillaba en los últimos días de preparación del corto, en los que los ensayos con los actores y el atar todos los cabos sueltos eran el trabajo inminente. Con todo, y en mitad del gran 'sarao', me vi metido en un tren rumbo a Galicia para al día siguiente hacer unas pruebas de selección y salir pitando de ellas para estar esa misma jornada de vuelta en Madrid. Muy tranquilo todo.

El problema no estuvo en zamparse doce horas de tren en un margen de 24, sino en el motivo por el que me vi movido a hacerlo. Por supuesto que me hubiese hecho ilusión trabajar en la TVG, en un puesto de redactor, aunque fuese en calidad de becario. Pero no me cogieron, vaya. Cogieron... espera, que lo repaso. Ah, sí, cogieron a personas que ya habían hecho prácticas allí, y mismo a una que trabaja actualmente en este canal público que de sacar partido a Gayoso sabe mucho, pero de tratar con respeto a quienes buscan una oportunidad laboral, más bien poco. Porque el compadreo visto entre los miembros del tribunal y algunos de los candidatos fue de lo más curioso. Durante unos minutos, antes de que empezasen las pruebas, y en el descanso entre una y otra, estuve en todo momento alerta, presintiendo que la señal auditiva de censura que acompaña a cada programa o película de contenido explícito resonaría en mis oídos de un momento a otro. Pero no, todo se quedó en besos, abrazos y distendidas charlas. Claro que eso es lo que tiene que los miembros del tribunal que van a juzgar por igual (inserte aquí el tipo de carcajada que desee) a todos los candidatos, hayan trabajado ya mano a mano con un buen tanto por ciento de los allí reunidos.

Retrato robot de los elegidos para las prácticas

En fin, que el viaje exprés a una ciudad tan entrañable como Santiago fue bastante improductivo esta vez. Pero lo importante no es que haya sido en vano, sino que no haya estropeado lo verdaderamente importante. El proyecto de rodaje, la experiencia que quería vivir en mis propias carnes con sus agobios y placeres. Y así pasó. El rodaje tuvo lugar, y la experiencia fue como pasearse por un mundo nuevo. Queda ahora por delante el proceso de montaje, donde la magia de nuestra montadora seguro que hará mis delicias y las de más gente. Que nadie se preocupe, que cuando todo esté listo, lo haré saber. Y en cuanto a mi futuro, sigo sin saber qué haré de él. Pero después de cierto frenesí, solo sé una cosa: me apetece relajarme. Y para eso, Galicia, playa y algo de marcha. Ya luego el Señor proveerá. El Señor, el Destino, o mi Estupidez. Pero la TVG seguro que no.

Y que paséis un buen verano, os digo. Os lo ordeno. 

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