El libro de los Baltimore

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El libro de los Baltimore, de Jöel Dicker
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego. Alfaguara. Barcelona, 2016. 488 páginas. 21, 90 €. Libro electrónico: 12,99 €


Cuando La verdad sobre el caso Harry Quebert se consolidó como un superventas en varios puntos del mercado europeo, seguramente Jöel Dicker, descaradamente joven ahora y más por aquel entonces, no contaba con un éxito semejante. Pero sí lo buscaba. Son algunas las voces que afirman que esa obra llegó después de algunos años de frustración y desencanto con la escritura y los entresijos editoriales, pero aludiendo de nuevo a su edad, cuesta creer que, de haber sido verdad eso, su etapa de sufrimiento pueda considerarse ni mucho menos prolongada.

En todo caso, Joël Dicker ha obtenido lo que su propio protagonista (pues repite de nuevo la receta Marcus Goldman) busca: la fama, el reconocimiento y, por qué no, la superación. Es joven y ha conseguido a tiempo la llave para disfrutar algunos placeres vedados que solo se pueden vivir con cierta juventud. Placeres éstos vedados por la solvencia económica, principalmente.



Si en La verdad sobre el caso Harry Quebert asistíamos a una novela propia del género negro, esta vez el autor suizo ha tomado la determinación de cambiar un poco las tornas. Un punto a su favor, sin duda, el no haberse dejado llevar completamente por la tentación de repetir a pies juntillas la fórmula que tan bien había funcionado anteriormente. No obstante, el miedo o el confort son agentes poderosos, y si bien El libro de los Baltimore puede catalogarse como un drama, muchos son los elementos compartidos con su novela anterior.

La ambientación, por ejemplo. Dicker tenía miedo a desviarse de esas localizaciones que tanto le fascinan. Habrá podido nacer en Suiza, pero desde luego su atracción se posa con fuerza en el contraste entre ciudades esplendorosas y pueblos casi anónimos que el panorama americano ofrece. El lujo de los escenarios ya reconocidos por el imaginario colectivo (aunque nunca hayamos puesto un pie en ellos), y el retiro y retrospección que ofrecen las parroquias donde siempre parece latir algo enigmático. La propia escritura, por supuesto, no podía faltar. No, tampoco esta vez. Recuperando a un Marcus Goldman cuya infancia y juventud quedan retratadas con detalle, vemos cómo crece una persona que terminará convirtiéndose (al igual que el propio autor) en un escritor de éxito.

Jöel Dicker, autor de la novela

En El libro de los Baltimore, Marcus decide rescatar una parte de su vida que ha marcado todo lo que le ha ocurrido después. Lo hace cómo él sabe, o se nos dice que sabe, hacer: escribiéndola. Todo girará en torno a lo que él define como El Drama: un acontecimiento en su seno familiar de trágicas consecuencias. Porque Marcus formaba parte de la banda de los Goldman, compuesta en primer lugar por él, el Goldman-de-Montclair, y sus primos Haillel y Woody, los Goldman-de-Baltimore. Es necesario diferenciarlos, como se hace en toda la obra, porque unos no son tan ricos, no son tan brillantes (siempre en apariencia), ni tan triunfadores. Y los otros sí. De ahí que la infancia y juventud de Marcus se hubiesen gastado en envidiar e idolatrar a aquella parte de la familia que no eran sus padres.

Con esa premisa, Dicker hace un retrato entre distintos estratos sociales (dentro de la clase alta), y consigue que, paso a paso, veamos como las cosas no siempre son como las creemos percibir de entrada. Una buena propuesta, que quizá hubiese rentabilizado de mejor manera de no haber seguido pegado al tono de su primer éxito editorial. Unos diálogos propios de personajes caricaturizados, a menudo desinflando las posibilidades dramáticas que las escenas creadas ofrecían. Jöel Dicker sabe escribir, sino sus libros no tendrían las más de quinientas páginas que tienen. Pero el tono que elige para hacerlo desdibuja el desarrollo de los personajes que elige para dar voz a lo que quiere contar. Sus acciones, por veces, saltan de lo dramático a lo absurdo sin que podamos percibir una justificación. ¿Un nuevo estilo, quizá? O puede que, más bien, una tendencia a dejarse llevar por la ligereza fácilmente reconocible en muchos otros ejemplos de best-seller.

En todo caso, lo que sí es verdad es que si uno empieza la lectura de esta obra, querrá terminarla. El autor sí sabe manejar los pulsos y la estructura para crear cierta expectativa, cierta continuidad en el apetito del lector. Eso, dejando otras características al margen, no es tarea sencilla. Que se lo digan a todos aquellos que pretenden alcanzar la fama, escritura mediante, antes de los treinta. Como Marcus Goldman.

Valoración: 6

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