Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany's)

11:08

Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany's), Truman Capote. 1958. Novela corta.


Antes de nada, sabed que voy a hablar de la novela y no de la película. Eso explica que la entrada figure en la categoría de Literatura y no en la de Cine, ¿os ha sorprendido? Lo que me ha sorprendido a mí es la magnífica historia surgida de la pluma (literal, no nos pasemos) de Truman Capote. Y para ilustrar cuánto me ha fascinado esta pequeña obra, os cuento lo que me ha pasado con ella.


Soy admirador de Capote. Había leído A sangre fría hace unos años y su libro de cuentos Un árbol de noche (hace apenas uno). Eso, hasta que hace un par de semanas me topé en una librería madrileña que adoro (los libros tienen exactamente el precio que tú quieras pagar por ellos, y puedes encontrarte con verdaderas joyas literarias) con Desayuno con diamantes. Curiosamente, una de sus obras más célebres faltaba en mi estante, así que la acuné entre mis manos antes de que otras se posasen sobre ella. El pasado domingo, tras despachar varias lecturas obligatorias antes, empecé a leerla. En la solapa de la edición (algo rústica pero bien cuidada; de intenso olor añejo, eso sí) ponía Desayuno con diamantes, Truman Capote. Nada más. Pensaréis, ¿y qué más querías que pusiese? Pues, debido a mi ignorancia, nada. Pero resulta que esta es una novela corta, y junto a ella vienen tres relatos más. Así que comencé a leer, y en unos minutos ya estaba enganchado a la voz del personaje narrador y al objeto de deseo y admiración: la irrepetible Holly Golightly. Lunes continué leyendo con avidez, y llegué a lo que yo pensaba que era la primera parte de la novela, puesto que había otras tres más, y que en realidad resultó ser el final (sí, las "otras tres partes" eran los relatos que nada tienen que ver). Cuando esta tarde retomé la lectura y comprobé que me estaban presentando a unos personajes nuevos, el corazón estuvo a punto de salírseme por la boca. Había dejado la historia en un punto que sonaba a conclusión, vale, pero... ¡maldita sea! Pensé que era la conclusión de una parte de la historia, no su final. Y el hecho de asimilar que no sabría más sobre Holly y su amigo sin identidad (llamémosle Fred), fue un duro varapalo. Así que imaginaos lo buena y bonita que es esta historia.


Capote escribía con arte, y por eso leerlo es un gustazo. Tiene frases que suenan a música, descripciones e imágenes tan bellas como visuales, personajes únicos. Su obra, por lo general, no es sencilla de entender y captar en una sola lectura (no al menos todas las capas de lectura que ofrece). Es el caso de alguno de los relatos que viene después; más breves y también más crípticos. Pero Desayuno con diamantes es apto para todos los públicos. Y recomendable, casi obligatorio. Porque Holly Golightly es un amago de joven actriz que vive la vida de una manera desenfadada y libre que por veces nos da envidia, y por veces nos hace sentir lástima. Sentimos de manera similar al narrador, de quien no llegamos a conocer la identidad, pero del que sabemos que es un joven que sueña con ser escritor y que poco a poco cae bajo el hechizo de su excéntrica vecina Holly. A través de la singular amistad que ambos traban, avanza una historia que oscila entre lo cómico y lo trágico, mezclando sabores por momentos dulces, por momentos agrios.

Debería hablar también de los otros relatos que incluye el libro, puesto que merecen la pena (aunque, sintiéndolo mucho, nada tienen que ver con el primero). El primero de ellos, Una casa de flores, cuenta la vida de una adolescente que abandona su vida de prostituta para irse a vivir con un joven que considera encantador, pero cuya abuela tratará de hacerle la vida imposible. El segundo es Una guitarra de diamantes, una sensible historia de amistad entre dos presidiarios muy distintos cuyo final deja la garganta reseca. Y el último, Un recuerdo navideño, nos ofrece la adorable y a la vez dura historia de amistad entre una señora con cierto retraso y el niño pequeño que vive con ella y su familia. Tal vez, este sea el relato más duro de los tres, a pesar de lo emocional que pueda resultar la relación entre ambos personajes. Es algo característico de Capote: hacernos sentir confusos, dándole a lo bueno un matiz oscuro, y a lo oscuro un matiz bueno.

En definitiva, una vez leído Desayuno con diamantes, toca verse la película (cosa que muchos, de seguro, ya habréis hecho). Yo todavía no. Y le tengo ganas a Audrey (ganas de verla en esta película, me refiero), pero va a estar difícil que me encariñe de su interpretación tanto como de la que Capote crea en nuestras mentes, a través de la escritura.


Valoración: 8/9

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