2015: A Spain Odyssey

12:51

Advertencia: quienes pequen de pesimismo excesivo, o posean un sentido del sarcasmo rudimentario, pueden detener la lectura cuando lo consideren necesario.

Si eres de los que ha visto la odisea espacial de Kubrick, o te gusta mucho el cine o eres un espécimen raro. Porque todo el mundo conoce el título, pero pocos han sido los que se han merendado las dos horas y media que dura la película.

En todo caso, para esta entrada no necesitas saber nada al respecto de ese proyecto cinematográfico. Tan solo he echado mano de él para comenzar con un gag fácil y resultón. Todavía no tengo claro que haya funcionado. Pero una cosa es cierta: vivir hoy en España, en este recién estrenado 2015, es toda una odisea

Odisea entendida más como tragedia que como aventura. O, si se prefiere, como una aventura de tintes trágicos. Sobre todo si eres joven y has estudiado mucho. Aquí lo de tener un montón de estudios y referencias está muy mal visto. Pero tiene cierto sentido. Me explico: si tú eres un joven enérgico, recién licenciado o que acaba de recibir el aprobado por su súper TFM (conocido como tefeme, algo menos como trabajo fin de Master), es normal que llegues con toda tu ilusión a una empresa y te la barran de inmediato. Con un sopapo, si es necesario. Porque, vamos a ver, ¿desde cuándo el empleado, el asalariado, tiene derecho a presumir de su formación? ¿A qué viene lo de correr el riesgo de estar más capacitado que quien tiene el mando y el dinero?



Pues esta es la situación imperante en un país donde privatizar es más moderno que ser hipster; o por ahí andan, tal vez incluso tengan algo que ver ambos fenómenos. No sé en qué cabeza cabe presentarse a una entrevista y decir: "Muy buenos días. Me he formado en una universidad que no es la granja de mis abuelos, he sido distinguido con una matrícula cum laude no regalada por el catedrático que es amigo íntimo de mi padre, he resultado premiado en diversos certámenes de..." Y, todo esto, con la pretensión de adquirir un puesto de trabajo. Seguro que esperamos, también, que al término de nuestro recitado la persona o personas (no suele ser una sola; necesitan un bastón, mellizo o perro en el que apoyarse) que tienen el mando y el dinero, se inclinen ante nosotros y nos alaben como a un nuevo ídolo. 

Eso en España no ocurre, ni en sueños. Más que nada, porque cada vez podemos soñar menos. Si eres joven, y si no también (que aquí apenas discriminamos a nadie), lo tienes jodido. Sobre todo si te has criado en un entorno familiar donde nadie te ha enseñado el valor del tráfico de influencias, del enchufismo, de la manipulación y, sobre todo, de la sumisión. Menos mal que no somos tan tontos y, poquito a poco, aprendemos a adaptarnos al hábitat. Que nadie se crea tampoco que no servimos para hacer bien las cosas. Por eso, cada vez más españoles borran de sus currículums las carreras para las que han estudiado durante años, suprimen los reconocimientos que tengan que ver con aspectos culturales, o científicos, o... Pero es que es normal. Resulta normal si nos paramos a pensar un momento y analizamos el interés que pueden tener por estos datos en el McDonald's o en el bar de la esquina que busca camarero. Si es que ya lo indica la propia definición de uno de los puestos más demandados y por los que más nos peleamos en este país hoy en día: dependiente. DEPENDIENTE. Ser dependiente en Zara, ser dependiente en Hollister, ser dependiente en El Corte Inglés. Lo importante es ser dependiente y, consecuentemente, depender de alguien. De un sueldo, de esa persona que te lo concede, de esa empresa a la que pasas a pertenecer. Esa que poco o nada tiene que ver con lo que has estudiado, con aquello para lo que has pasado años formándote, con lo que mayor pasión o intereses te despierta, con lo que podría hacerte sentir a gusto día a día dentro de la jornada laboral. Aquí, en España, no nos dan a luz para ser unos Indiana Jones. Se nos trae al mundo para ser unos Ulises, unos Ulises que, además, nunca puedan volver a Ítaca. Tal vez por eso muchos decidan saltarse el guión que se nos pone delante de las narices y se nos obliga a interpretar; tal vez por eso muchos hacen las maletas. Una expresión, esta, que compite por el protagonismo con privatizar o hipster. Alguna vía de escape bizarra tenía que surgir con la odisea a la que nos empujan.


You Might Also Like

0 comentarios

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Suscríbete, comparte, opina.