Ensayo sobre la ceguera

12:30

Ensayo sobre la ceguera, José Saramago. 1995. Novela dramática.


Cuando uno se pone frente a uno de los títulos que más le han conmovido o marcado, se convierte en una opción tentadora volverse plomizo y divagar hasta gastar los caracteres finitos o no que la entrada de un blog permita. Pero como he prometido escribir posts ligeros y al alcance de cualquiera, evitaré caer en la trampa. Sin disimular que esta obra es, por supuesto, una de mis preferidas.

José Saramago tenía un talento natural, esa clase de agudeza con que son dotadas unas cuantas personas en cada siglo y según en qué campo de batalla. El premio Nobel de Literatura es un reconocimiento que, por suerte, no ha sido todavía malogrado y puede servir como baremo para medir si estamos ante un escritor mediocre o no. Saramago lo ganó en 1998, lo cual nos evita dudar de la clase que tendría o no este artesano de la literatura. Pero lo que no hace dicho galardón es distinguir si hablamos de un gran escritor o de un escritor único. Bienvenidos al maravilloso ejemplo de uno de los segundos casos.

La prosa de este escritor portugués es incomparable, nadie nos puede enseñar la obra de otro autor y tratar de engañarnos alegando que pertenece a él (por supuesto, menos posible es que ocurra a la inversa). No. Solo Saramago sabía escribir como Saramago. Y, además, solo él sabía contar las cosas de la manera en que podía contarlas, y solo él podía idear las historias que más tarde nosotros hemos agradecido. Como es el caso de Ensayo sobre la ceguera.

Al lector de a pie, o incluso al que se denomina a sí mismo como algo más que un lector ocasional, el título puede suscitarle cierta desconfianza. No es lo mismo ponernos a leer un ensayo que una novela, no nos engañemos. Pero, para quien no disfrute con el género sustentado en la opinión y la argumentación, no hay necesidad de asustarse. Estamos ante una novela. Maravillosa, por si no se ha hecho notar a estas alturas.

La novela nos cuenta cómo una epidemia insólita y repentina asola a un país, provocando a sus ciudadanos una ceguera blanca. Esta perjudica a las personas en el transcurso de diferentes acciones y situaciones, haciendo seguimiento de un grupo reducido y singular de afectados. Desde el punto de vista de un narrador omnisciente, conoceremos las profundidades que se ocultan en lo más íntimo del ser humano. El egoísmo, la desconfianza o la inmoralidad aflorarán a la superficie de una manera desgarradora, dejando lugar también a pequeños halos de luz en mitad de ese océano oscuro (que, de manera singular, es en realidad de color lechoso).


En esta novela, Saramago construye un relato sobrecogedor que retrata de manera única las miserias de la raza humana, el estado de descomposición al que puede llegar una sociedad, una sociedad cualquiera. Aunque no todo es pesimismo y desolación en sus historias (características ambas que habituaba a reflejar de manera realista), esta obra no deja indiferente al lector, haciéndolo pensar e incluso estremecerse ante las probabilidades de que las reacciones representadas se diesen en una situación real. Cabe destacar que el autor no pone nombre a los personajes, y que en muchas ocasiones sabemos de quién habla el narrador tan solo por las decisiones que toma y la manera en que las convierte en acciones.

Si bien es posible que quien no haya leído nunca nada de Saramago pueda experimentar alguna dificultad a la hora de acostumbrarse a su prosa (toda de corrido, sin apenas puntos ni diálogos separados; pero realmente brillante y perfectamente comprensible), merece mucho la pena brindarle la oportunidad de acompañarnos durante varios días en nuestra mesilla de noche. La facilidad que tiene el autor para hacer reflexionar, para hacer sentir cosas que en otra situación nos negaríamos a aceptar, está a la altura de muy pocos escritores, de muy pocas personas con una visión tan aguda y profunda de los valores humanos.

Aunque es posible que alguno haga la trampa de verse la película primero (no lo hagáis, de verdad) sí quiero recomendaros también la adaptación cinematográfica de la novela, dirigida por el brasileño Fernando Meireles (gran admirador del genio portugués). Desde luego, una obra firmada por José Saramago difícilmente va a conservar todos sus matices llevada a la gran pantalla, pero el ejercicio realizado es al menos bastante respetuoso con la obra original. Cuenta además con un reparto de lujo, que ayuda a humanizar (no necesariamente entendido esto como algo positivo) a cada uno de los personajes. Recomendable película, sí. Pero imprescindible novela.


Valoración: 9


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