¿Quitter? ¡Quita de ahí, so cansino!

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En los últimos días hemos escuchado hablar, mucho, de la red Quitter. Sobre todo quienes nos movemos a diario por los territorios de Twitter. Pero el tema puede interesar también a aquellos que no tienen un grado de relación estrecho con esta última red social. Lo importante en el asunto es, como casi siempre, opinar. Y como en toda zona de debate y discusión, tiene que haber gente que opine con fundamentos y otra que opine por el mero y placentero hecho de opinar. 

¿Qué es Quitter? ¿Durará mucho? Dos preguntas que se repiten con insistencia. Bien, Quitter se define a sí misma como una red de microblogueros motivados por la ética y la solidaridad que quieren abandonar los servicios centralizados capitalistas. Es decir, que si eres abonado de la marca Apple (Dios te libre de tener un iPhone plus 6, maldito hereje) o experimentas cierto regocijo al ver que Bárcenas está a punto de salirse de rositas (y de la cárcel también), no eres muy bienvenido en este espacio cibernético. Eres "recibido", porque la libertad de expresión es parte de la bandera que parece agitarse en Quitter, pero estás marcado de antemano. En cuanto a las previsiones de lo mucho o poco que aguantará esta red en caer en el gran saco del olvido, especular resulta bastante entretenido. Hay quien se ríe tildándola de imitación barata, augurándole un devenir parecido al de Telegram y Line en su intento o amago de lucha con el todopoderoso Whatsapp.


Lo que está bien, no obstante, es penetrar un poquito en los porqués, en la razón de ser de esta iniciativa; en el auge que ha tenido estos días. Todos somos conscientes (otra cosa es que no queramos pensar en ello) de que al utilizar Twitter comprometemos nuestra información, todo aquello que volcamos en nuestras cuentas personales (e incluso algo más). Una de las intenciones de Quitter es evitar esto, por lo que para acceder no es obligatorio registrarse, ni leerse condiciones de uso y bla bla bla. Otra característica a resaltar, como ya se ha mencionado, guarda relación con la libertad de expresión. El boca a boca que puso Quitter en la cima de "cosas de las que hablar en un país en crisis" (o, en otra medida, en el trending topic de la red contra la que clama) surgió a raíz de la polémica que tuvo que ver con la tuitstar (para los forasteros, un perfil de Twitter con muchos miles de seguidores) @Barbijaputa, que recibió un amable correo de Twitter informando que se iba a paralizar su actividad por culpa de contenidos que había publicado. En otras palabras, que en esta red social todo es "jiji jaja" hasta que los avinagrados (eh, ¿quién te da derecho a pensar automáticamente en potenciales votantes de UPyD?) empiezan a denunciar lo que otros tienen a bien colgar en sus cuentas. Entonces, la red social se convierte en una autoridad censora y se arma la gorda. Surgen los bandos: los que defienden la libertad de expresión hasta sus últimas consecuencias, con espumarajos saltando como locos de sus bocas, y los que se atienen a unos límites en lo tocante a material que pueda resultar ofensivo o comprometido para terceras personas.


Pero, vamos a ver... Si les quitamos estas posibles riñas a la gente, si creamos un espacio como Quitter donde todo el mundo pueda decir lo que quiera sin que eso que quiera decir pueda suscitar polémica o confrontación, ¿dónde queda la gracia? ¿Dónde quedan el placer, la maldad, la agudeza, el sentido de ser del hombre moderno y antiguo? Todos adoramos los zas en la boca (registrado como marca particular), nos excitamos al ver que dos famosos entran en conflicto a través de sus cuentas personales, nos descojonamos cuando sacan de quicio a alguien y este, fuera de sí, se pone en evidencia. Pero todo esto pasa por el riesgo existente de que el material sea peligroso, censurable, reprobable. Un territorio donde todo vale pierde la magia. Precisamente, porque todo vale. En Twitter, por ejemplo, no; lo cual no quiere decir que no se diga todo igualmente. Luego, claro, está el asunto de que el sistema judicial y sus súbditos (¿o es al revés?) se metan donde nadie los quiere, se crezcan y hagan gala de su grandilocuencia. Pero, esa, ya es otra historia.

No hay que olvidar tampoco la esencia alternativa que Quitter destila. Ay, la palabra alternativo, cuánto nos gusta. Modernos. Cansinos. Sí, la iniciativa atrae por el hecho de que sea reciente y no esté todavía todo el mundo moviéndose en ella. Eso nos hace pensar en que tenemos posibilidad de destacar, de hacernos un nombre desde el principio, cuando los puestos de quitstar no están todavía copados. Se hace irresistible, lo sé. Hubo quienes aprovecharon Twitter para ganarse la vida. Para salir en televisión, para publicar un libro (alguno de los cuales nos hace pensar en qué culpa tenían los árboles que fueron talados para la causa). Quitter podría ser nuestra oportunidad de destacar.

Así que Quitter tiene derecho a existir. Tiene incluso derecho a que la vida le vaya bien. Si va a desplazar a Twitter, es lícito dudarlo. Pero démosle tiempo también a que muestre todas sus cartas, sus verdaderas intenciones. Porque las redes de este tipo siempre terminan sorprendiendo. Qué grande sería que detrás de todo esto estuviese, por ejemplo, el Gobierno. Y que fuese en realidad una estrategia para hacernos creer que gozamos de total libertad de expresión y así tener bajo supervisión todos y cada uno de nuestros pareceres. ¿Verdad?


P.D.: Si os preguntáis si he probado activamente Quitter, tenéis la respuesta en el título de este post ;)

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