El lado bueno de las cosas

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El lado bueno de las cosas (Silver linings playbook). David O. Russell. 2012.Drama romántico.




De esta película de 2012 no se ha hablado más de la cuenta. Y eso que coronó a Jennifer Lawrence, haciéndola representar su primer traspiés en público al levantarse a recoger el primer Óscar de su carrera profesional. Y eso, también, que consiguió algo que había ocurrido tan solo una vez en la historia de estos premios: hacerse con una candidatura en cada una de las categorías de actuación. A Lawrence la acompañaron en esta aventura entrañable y tierna (con sus toques amargos, como debe de ser) Bradley Cooper, Robert de Niro y Jacki Weaver. Pero vayamos primero a la historia en cuestión.

En esta film tenemos un claro mensaje: la autosuperación. Las cosas pueden tener un lado malo, pero lo importante es saber apreciar y quedarse con el bueno (de ahí que la traducción del título del film no sea, en este caso, uno de esos casos incomprensibles de interpretación). Dan igual los golpes que recibas y las circunstancias que tengas que superar para llegar a esa situación que te hará sentir bien, que te hará verlo todo desde una perspectiva agradable. En esta historia el camino es largo y con baches, y el método de cubrirlo una carrera de fondo. Pero es posible conseguirlo si uno se prepara. Y prepararse es convencerse de que sí se puede.

Pat Solitano (Bradley Cooper) es un hombre con trastorno bipolar incapaz de superar una depresión, provocada por la infidelidad de su ahora ex mujer. Recordar los sucesos le provoca ataques de ansiedad y reacciones violentas y, por desgracia, la pobre criatura no es capaz de dejar atrás esa parte de su pasado. Las cosas empiezan a cambiar (a bien, aunque para ello haya que pisar mal en los baches de ese camino) cuando conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence), una joven viuda que además acaba de perder su empleo. Dos almas desdichadas que se entrecruzan.



La relación entre Pat y Tiffany, con temperamentos inestables y chocantes, es un carrusel al que poco a poco se le irá cogiendo el tranquillo. A través de un concurso de danza en el que ella quiere participar, y en el que él se compromete a acompañarla como pareja de baile, se verá lo mejor y peor de cada uno. Pero, como se ha dicho, en el final del camino aguarda la verdadera recompensa: el reconocimiento del lado bueno de las cosas.

El tono de la película hace pensar en las posibilidades de catalogarla como una comedia dramática. Aunque, en realidad, lo que se nos cuenta tiene más peso y valor como drama, y la manera de describírnoslo en pantalla es mediante una relación amorosa peculiar e intensa. Así que: drama romántico.

Aunque estuvo nominada a ocho premios Óscar (disculpad que le otorgue tanta importancia a estos premios; desde bien pequeño he soñado con asistir algún día a esta gala, y es probable que el sueño se haya convertido en trauma), solo se alzó con el de Mejor Actriz. Pero obtuvo muchas otras nominaciones y varios galardones en diferentes festivales, que reconocieron la sencillez y maestría que dieron forma a esta historia. 




El guión, una adaptación de la novela homónima de Matthew Quick, es un notable ejercicio de precisión y construcción de personajes. Los dos personajes protagonistas quedan retratados de tal manera que sus imperfecciones se convierten en uno de los elementos que más cautivan al espectador. Además, la elección de los actores es de lo más acertada. Si Lawrence brilla, Cooper está más que a la altura. Y como compañeros de aventura tienen a otros pesos pesados de la gran pantalla, que ayudan a crear un ambiente singular y, a la vez, entrañable.

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Valoración: 8

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